Llegamos a este clásico con toda la ilusión del mundo de ganarlo, y lamentablemente nos dimos otro porrazo ante el River de Gallardo, a quien hay que reconocerle una vez más sus dotes de estratega en esta clase de partidos. Una inmensa tristeza...
Guillermo no supo plantear bien el partido. Era muy obvio que River iba a salir a presionar bien arriba, como lo había hecho en el anterior clásico en la Bombonera. Tras un arranque en el cual Boca amagó con llevárselo por delante (Benedetto tuvo un remate de afuera que Armani desvió), el equipo del Muñeco explotó los espacios a las espaldas de Más, y así, tras un par de avances que quedaron en la nada, Enzo Pérez recuperó una pelota, se le fue hacia adelante, Más rechazó espantosamente y le quedó justo al Pity Martínez, que la empalmó de aire y la clavó en el palo más lejano de Rossi, que no podía hacer absolutamente nada. Un verdadero golazo, más allá del cúmulo de errores de la defensa xeneize. Enseguida el Pity (que ya podríamos decir que lamentablemente es nuestro verdugo) tuvo que ser reemplazado por lesión. Pero River siguió ejerciendo la misma presión, y Boca acusó el impacto. Almendra se cansó de perder pelotas, a Tevez ya no lo favorece el roce al que suelen someterte los jugadores millonarios, Pavón y Benedetto muy aislados, hasta Wilmar se mostraba impreciso. Guillermo hizo el primer cambio antes del descanso: ingresó Cardona por Jara, de pésimo partido y al minuto zafó de la roja por un codazo a Enzo Pérez. Pasó a defender con tres.
En los primeros 10 minutos del complemento, Boca fue un vendaval sobre el arco de Armani, y se dieron dos jugadas polémicas en el área millonaria: mano de Ponzio (casual a mi entender), ante un remate de Cardona y un empujón de Casco a Pavón, donde Vigliano se hizo el sota y no cobró el claro penal (seguramente hubiera cambiado el rumbo del partido). Pero todo fue muy a la carga Barracas, no había llegadas claras. River, lógicamente, tras el enorme desgaste del primer tiempo, bajó el ritmo y se abroqueló un poco más, ayudado en la experiencia de Maidana y Ponzio, que saben cómo jugar este tipo de partidos. Y muy por el contrario, algunos jugadores nuestros parecen sufrir un bloqueo cada vez más grande en los clásicos: indudablemente existe un componente mental que no los hace rendir como en la mayoría de los partidos (Magallán, por ejemplo). Esto sin contar que Gallardo volvió a darle una paliza táctica a Barros Schelotto. Es cierto que si cobraban el penal (todavía tienen el descaro de decir que la AFA es bostera, insólito), quizás cambiaba la historia, pero esto no es una excusa. Guillermo equivocó el planteo y Gallardo sabe cómo jugarle. Aunque nos duela.
Zárate entró por Tevez, pero no pudo cambiar la historia, y el Muñeco mandó a Scocco, que convirtió el segundo con un derechazo formidable tras una buena jugada de Quintero y Borré. Yse terminó el partido, porque Boca volvió a acusar el impacto y porque si es difícil convertirle un gol a Armani, imagínense dos. Recién en el último minuto de descuento Izquierdoz hizo temblar el travesaño con un frentazo y el arquero de la Selección le sacó de manera increíble otro cabezazo a Más.
Se planteó mal el partido. Siempre es horrible perder un clásico y más jugando de local. Guillermo deberá revisar muchas cosas para la próxima vez que se enfrente a Gallardo (puede darse tranquilamente en la semifinal de la Copa Argentina o en la final de la Libertadores). Pero sobre todo, el equipo tiene que levantarse de cara al compromiso del jueves contra Gimnasia. Cuesta salir adelante en lo anímico tras una derrota en un clásico, pero hay que levantarse. Y corregir errores.
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