Hace 12 años, una Bombonera repleta y llena de emoción festejaba la goleada de Boca ante su archirrival con un gol agónico de Martín Palermo, quién volvía de una seria lesión, y lo eliminaba de la Copa Libertadores. El equipo de Carlos Bianchi festejó hasta el hartazgo, pero para recrear esta historia hay que remontarse a una semana atrás.
River se había quedado con la ida al ganar 2-1 en el Monumental (goles de Ángel y Saviola), era puntero del Clausura, y se respiraba un aire optimista de cara a la revancha, ya que por el torneo local habían empatado 1-1 en La Boca. Por el lado xeneize, Bianchi empezó a preparar psicológicamente a Palermo, quién estaba recientemente recuperado de la rotura de ligamentos sufrida el 13/11/99 ante Colón, el día que convirtió su gol 100 en Primera. La idea del Virrey era ponerlo unos minutos si lo precisaba, y así se lo manifestó al Loco, quién hasta se sorprendió, ya que ni siquiera había hecho fútbol. La noticia tuvo eco y repercutió enseguida en Núñez, y Américo Gallego, quién había reemplazado a Ramón Díaz en el banco, así se refirió al tema en conferencia de prensa: "De Boca no me preocupa nada. Y otra cosa: si ellos ponen a Palermo en el banco, yo lo pongo a Enzo (por Francescoli, ya retirado), así que no hay problemas". Un chiste del Tolo, que le terminó resultando pésimo.
Entramos en la historia del partido. Boca no pudo quebrar el 0 en el primer tiempo y el planteo cauteloso del rival. River, por su parte, apostaba a que las agujas del reloj pasen lo más rápido posible, y a alguna genialidad que pudieran inventar Aimar, Saviola o Ángel, pero nunca lo lograban porque jugaban muy lejos del arco de Córdoba. A los 14 minutos del complemento, Riquelme frotó la lámpara y metió un pase sensacional para el Chelo Delgado, quién le pegó con el gemelo ante la tardía salida de Bonano. 1-0 y por el momento, había penales.
Pero Boca, claro, no quería los penales. Y enseguida Bianchi lo mandó a la cancha tras 6 meses a Martín Palermo, quién entró por Alfredo Moreno. Su sola presencia, aunque no tocara la pelota, produjo un efecto psicológico negativo para el cuadro del Tolo. También ingresó Battaglia, y su aporte fue clave: a los 35 minutos, Trotta lo bajó en el área y Ángel Sánchez cobró penal. Román lo pateó a la izquierda de Bonano, y 2-0. Con ese resultado, ya se aseguraba el pase a semifinales, pero todavía faltaba lo mejor.
Claro, a esa altura River era puro descontrol. Riquelme le hizo un caño memorable a Yepes, y enseguida Gustavo Lombardi fue expulsado. No faltaba nada...pero el partido terminó de la mejor manera. A los 46 minutos, tras un pase de Román, Battaglia desbordó por la izquierda y se la dio a Martín Palermo, quién recibió la pelota con cierta dificultad y giró, acomodándose para su zurda, mientras Trotta, Yepes, Placente y compañía lo miraran absolutamente paralizados. El Loco definió suave y colocó la pelota al rincón derecho de Bonano. Fiesta. Delirio. Alegría. Emoción. Lágrimas. Todo eso en el cuerpo de Martín, que salió corriendo y lo festejó abrazándose con Bianchi, con el Doctor Batista y el kinesiólogo Araguas. Boca dejaba afuera a su archirrival y al Tolo Gallego le salía el tiro por la culata. El Titán selló el 3-0 y desató un vendaval de lágrimas en la Bombonera. De alegría y emoción para sus hinchas, y de tristeza y desazón para los primos.
El equipo de Carlos Bianchi siguió su camino en la Copa, que volvería a ganar tras 22 años, ante el que ese momento era el campeón reinante, el Palmeiras de Brasil. River, por su parte, tuvo que conformarse con ganar el Clausura, aunque nadie le quitará el dolor lacerante de un cachetazo histórico en la Copa que le propinaron Boca, y el aún en ese momento convalesciente Palermo, por eso fue denominado "El gol de las muletas". Boca 3- River 0. Con el sello inconfundible de sus mayores ídolos. Román y Martín.
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