No tengo palabras para expresar tanto dolor. Finalmente tras batallar durante muchos años, falleció Miguel Ángel Russo. Estoy muy triste...no solamente como hincha de Boca, sino como hincha del fútbol y como ser humano. Porque esa enfermedad de mierda sigue llevándose a gente que no lo merece. Se nos fue no solamente un pedazo importante de la historia de Boca, sino del fútbol argentino, sino un gran luchador de la vida y un hombre honesto, íntegro, con un amor profundo por su profesión. Un hombre que como jugador solamente vistió la camiseta de Estudiantes de La Plata, pero que como entrenador supo trascender en otras instituciones. Amado en Lanús, donde lo ascendió a primera en 1990 y lo volvió a ascender en 1992, porque lo sostuvieron a pesar de descender en 1991 y fue fundamental para que el Granate de a poco empiece a creer que podía lograr campeonatos. Ascendió a Estudiantes en 1995. Amado en la U de Chile, donde dirigió en 1996 un equipazo donde jugaban Cristian Traverso, Leo Rodríguez, Marcelo Salas, entre otros y fue escandalosamente robado en la semifinal de la Libertadores contra River en el Monumental. Amado en Millonarios de Colombia, donde transitó una de las peores etapas de su enfermedad y fue campeón bajo la lluvia y habiendo hecho quimioterapia un día antes. En Rosario Central las vivió todas: lo salvó del descenso, lo clasificó a la Copa Libertadores, lo ascendió a primera en el 2013 y en su última etapa como entrenador canalla ganó la Copa de la liga 2023, nunca perdió un clásico rosarino. Campeón con Vélez en el 2005 y muy respetado. Y se enamoró de nuestros colores, desde la recordada Copa Libertadores 2007, liderado por un Riquelme notable. Paréntesis: no sé si hubiéramos ganado la Copa sin Román, pero durante mucho tiempo no se le reconoció a Miguelo el mérito de saber manejar un plantel repleto de jugadores consagrados. No era fácil. No solamente había vuelto Román, sino que también estaban Palermo, Battaglia, el Negro Ibarra...después tras la ida de Román, el equipo bajó el nivel y cayó en la final del mundo con el Milan, donde fue perjudicado. Y no le renovaron el contrato. Y pese a comer en la misma mesa con el Toto Lorenzo y Carlos Bianchi, tuvieron que pasar doce años para que Boca lo vuelva a buscar, ahora con Riquelme como dirigente. Y Miguelo se terminó ganando el amor de la gente en la Superliga 19/20 que había empezado Gustavo Alfaro. En esa recta final hilvanó seis triunfos al hilo y le arrebató el título en la última fecha al River de Gallardo, con un emocionante triunfo ante el Gimnasia de Diego Armando Maradona, con gol de Carlitos Tévez. Ese día se ganó el amor de la gente. Y la pandemia cortó el envión de un equipo que terminó ganando ese torneo jugando muy bien al fútbol. Fue, quizás, el último Boca que jugó para deleitar a resultadistas y exquisitos. Y quizás hubiera ganado otra Copa Libertadores si no fuera porque a los jugadores se les ocurrió caminar la cancha contra el Santos. Antes de culminar su segunda etapa, nos regaló la Copa Maradona y dos eliminaciones a River por penales. Miguelo nunca pudo ganarle a las galllinas en los 90 minutos. Pero fue él quien cambió el paradigma de sentirse menos que el equipo de Gallardo. Román lo despidió por los malos resultados en el 2021. Pero quizás por eso lo fue a buscar para que en sus últimos días pueda ser feliz haciendo lo que ama y en el club más grande del mundo. Le pido perdón a Riquelme por no entender el gran gesto de amor que tuvo con Miguelo. Porque si bien me dolía verlo tan frágil y tan expuesto, terminé entendiendo que al técnico no le importaba eso. Él sólo quería ser feliz adentro de un campo de juego, al lado de la línea de cal. Perdón Román...de corazón te pido perdón. Te bancaste las puteadas más despiadadas. No solamente no tenés la culpa, sino que te engrandece haberle permitido vivir sus últimos días con dignidad y felicidad...
Pero Miguelo, además, es un campeón de la vida, más allá de los resultados. Luchó contra esa puta enfermedad desde el 2017 y le dio batalla hasta el último día. Y si bien la muerte nos vence a todos, el cáncer jamás logró alejarlo del fútbol. Ni siquiera en medio de una pandemia mundial y siendo paciente de riesgo. Amado en Estudiantes, Lanús, Rosario Central, Boca, Vélez y respetadísimo por el resto del fútbol argentino, su legado trasciende lo deportivo. Ver los mensajes de los jugadores que fueron dirigidos por él fue, en algunos casos, hasta desgarrador. Miguelo no solamente fue un gran entrenador, sino un gran ser humano y un padre futbolístico. Él desde su lugar nos enseñó a afrontar la vida siempre con una sonrisa, que nada es imposible. Que todo se cura con amor. Y con ese amor fue despedido por todo el fútbol argentino. Eligió morir con la ropa de Boca puesta. Y fue despedido por hinchas de todos los clubes, hasta de River. Y quiero destacar a River como institución, tanto el minuto de silencio que hizo Gallardo en un entrenamiento, como el gesto de los dirigentes que se acercaron a despedirlo y hasta enviaron flores azules y amarillas. Demostraron grandeza y que somos rivales, no enemigos. Y sé que Gallardo lo respetaba muchísimo a Don Miguelo, no me sorprendió su gesto.
Ahora, un mensaje para los jugadores y cuerpo técnico. Jugadores, están obligados a sudar sangre y clasificar a la Copa Libertadores, ganarle a River y salir campeones. Por la gente, por Boca y por este hombre. No nos fallen. Y Úbeda, en este contexto tenés todo mi apoyo. Te voy a bancar a muerte hasta el fin del torneo. Sé que no debe ser fácil estár en tu lugar. Tenés todo mi apoyo Claudio...
Se apagó la sonrisa más linda del fútbol argentino. Te amamos Miguelo. Gracias por todas las alegrías. Nunca te vamos a olvidar...
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