Hace exactamente un año, una Bombonera repleta despedía oficialmente al máximo goleador de la historia del club, y uno de sus máximos ídolos: Martín Palermo, en un partido contra Banfield.
El cotejo ante el Taladro pasó casi desapercibido ante las ovaciones permanentes al Titán: fue 1-1 con goles de Nico Colazo y el Chucky Ferreyra. Después del partido hubo un homenaje emotivo a Martín, con imágenes que se vieron de Bianchi, Falcioni (en ese momento, silbado), y ex compañeros como Guillermo Barros Schelotto. Pero después, en esa pequeña fiesta que condujo Mario Pergolini, hubo una sorpresa inesperada para el Loco: después de las emotivas palabras que lanzó mediante un micrófono a todos los hinchas xeneizes, le regalaron el arco de la 12. Nunca antes hubo un obsequio semejante para un jugador en la historia del fútbol argentino. Martín se despidió ese día de la Bombonera, pero su último partido lo jugó una semana más tarde, con condimentos más que especiales: símbolo de Estudiantes, ante el Gimnasia de su amigo Guillermo y en el Bosque.
Se despidió el máximo artillero de la historia del club, con 236 festejos. Desde el primer lejano grito, ante Independiente en el 97, hasta el último ante Quilmes, pasando por infinidad de goles a River (sobre todo el día que volvió de la lesión por la Copa), el doblete tempranero al Real Madrid que valió una Intercontinental, el gol 100 en Primera ante Colón, ya con la rodilla hecha trizas, el golazo de chilena ante Banfield por el Apertura 2004, el golazo a San Pablo en la final de la Recopa 2006 en el Morumbí, el golazo de mitad de cancha a Ustari, de Independiente, el golazo a Vélez de cabeza, desde 39 metros, etc. Se despidió del fútbol Martín Palermo. Y el fútbol todavía lo llora.
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